Era alrededor del año 1989 cuando mi padre decidió sustituir su maquinilla eléctrica de los años sesenta. Era una Philishave que, hasta entonces, venía usando cada pocos días. Tenía un diseño muy propio de aquellos años, con formas redondeadas, botones en rojo y caja bicolor, con una parte en un tono grisáceo, y otra en uno de los tonos sesenteros más utilizados: color crema claro. Si la sustituyó no fue porque se hubiera averiado, sino porque ya no se encontraban cuchillas para los cabezales.
El caso es que llegó un día y me enseñó una pequeña maquinilla en una caja minúscula de la que me enamoré al instante, porque además de su forma (muy cuadriculada, típica de los ochenta) tenía una gran cantidad de accesorios qie se acoplaban dentro de la propia máquina, lo cual favorecía el transportarla a cualquier sitio, ya que era un modelo compacto, de viaje. Por ejemplo: la tapa de cierre hacía de protector, e incluía un espejo pequeño y, debido a su diseño y a su forma, la podías apoyar sobre una superficie y usarla para verte mientras te afeitabas. En la parte inferior incluía una ranura muy bien mecanizada en donde se insertaba un cepillo de limpieza. Es decir, que podías coger la maquinilla e irte con ella sin necesidad de tener que cargar con nada más. La máquina de afeitar funcionaba con dos pilas AA, que se incorporaban a los lados, un diseño genial porque se equilibraba el peso y se repartía el centro de gravedad al manejarla (las pilas es lo que más pesa en este tipo de elementos).
Me dejó tan embelesado que le encargué una a mi padre, y al día siguiente me llegó con esa máquina para mí. Con el paso de los años la dejé de usar, primero porque me pasé al afeitado con cuchilla, y luego porque adquirí una a red.
Pero hace unas semanas, buscando una maquinilla a pilas para poder afeitarme en cualquier sitio y en cualquier momento, recordé mi antigua máquina y me puse a buscarla. Por fortuna la encontré en bastante buen estado (la guardé limpia y sin pilas), e incluso encontré su caja. Me di cuenta que comparada con las compactas actuales mi antigua Philips 100 tiene muchas ventajas, empezando por su diseño, con esas formas tan bonitas con aristas, y por la calidad de los materiales empleados. Ya no se hacen cosas así. Ahora las compactas de Philips están hechas todas en China, mientras que ésta, de los años ochenta, la fabricaban en Japón. He visto que también los modelos de Philips a pilas de ahora no suelen incluir espejo, un detalle genial que mi antigua Philips 100 sí llevaba. En las actuales, además, el cepillo de limpieza viene suelto, con lo cual es más fácil de extraviar que en este modelo de los ochenta, que va incorporado al cuerpo de la máquina.
Otra característica es que es muy fácil de limpiar, la placa de plástico interna que sujeta los cabezales fue diseñada con una sobre-elevación central, que facilita que los pelos se caigan con sólo agitarla, otro buen detalle que sin saber por qué han perdido las Philishave actuales.
Me apetecía volver a guardarla y conservarla, porque no creo que vaya a ver muchas máquinas así, de tantos años y en tan buen estado, pero he pensado que lo mejor que puedo hacer es disfrutarla ahora que puedo, y la he vuelto a utilizar casi todos los días. Es fantástica y no hecho de menos ni la sofisticada Braun último modelo que tenía (y que me costó casi cuatro veces que esta), ni la Philips más moderna y a red de antes. Además, le he colocado pilas recargables, por lo que puedo disfrutar de una afeitadora a batería o, cuando lo necesite, ponerle pilas convencionales.
Sé que, por competitividad, por necesidad o/y por cuestiones de mercado (y de que el mundo ha cambiado mucho desde entonces) Philips no volverá a fabricar un modelo como éstos de hace casi treinta años, tan bien hechos, ensamblados y robustos que uno no puede evitar pensar en lo que ha cambiado todo, y en la enorme calidad que tenían antes muchas de estas cosas. Puede que ahora hayamos mejorado en tecnología digital, con chips que permiten saber cuándo necesitas cambiar cuchillas, cuándo éstas están sucias o permiten afeitarte con geles y agua, pero en lo fundamental, cuando necesitas una máquina eficiente y que trabaje bien, a la par que sea robusta, éstas de antaño no tienen rival. En cierta forma hemos retrocedido bastante. No es solamente nostalgia, ni hablar por hablar. Que no eche de menos mi sofisticada Braun o mi anterior Philips me da buenos motivos para pensar que hay mucho más detrás.
Por desgracia esto no es una excepción, podríamos hablar de muchísimos otros elementos de consumo en los cuales los actuales no consiguen ponerse a la altura, ni por asomo, de lo que había antes. Antiguamente ibas a una tienda y salías satisfecho y convencido de que te ibas con un electrodoméstico para toda la vida, o casi. Hoy eso se ha acabado. Vas a una tienda y tras usar el artículo un par de veces sientes que te han estafado, no puedes evitar los remordimientos de que si tal vez tu compra no fue acertada, o que tu dinero no vale nada. Todo es chino, todo endeble, todo apariencia.
| Redacción: CODE Intermedia | codeintermedia.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario