Antes te castigaban sin ver la televisión, o con no permitirte salir con los amigos; podían incluso castigarte en ir a la cama sin cenar. Hoy ni se les ocurra a los padres dejar sin comer a un niño: no solo estaría mal visto, sino que iría contra todos los consejos de expertos nutricionistas. Sería algo impensable.
De manera que hoy a los niños se les suele castigar (o "amenazar") con otras cosas más importantes en sus vidas: dejarlos sin consola, sin ir al centro comercial pero, la más importante de todas: sin smartphone.
Hace poco me encontré con una madre que explicaba cómo había tenido que "salvarle" el día a su hija. Resulta que ésta se había olvidado su libro de texto en casa, por lo que le envió un mensaje a través del smartphone a su madre, la cual escaneó las páginas que su hija le pedía y se las remitió online para que pudiera tener la lección en clase. En mis tiempos ni mensajes ni escáneres ni historias: ya podías echar a correr hacia tu casa, y pronto, o rogarle a un compañero para que compartiera su libro. No era la primera vez que nos ocurrió, ¿verdad?
Pero la tecnología (o mejor dicho: microelectrónica, porque tecnología son muchas cosas y pienso que la mayoría de apps para móvil no son dignas del término "tecnológico" ni nada que se le parezca) es imperante en el entorno actual de los niños y adolescentes. Sin esos dispositivos no sabrían vivir, o más bien no sabrían qué hacer.
Recuerdo que yo tenía un pequeño cuaderno y un bolígrafo, escribía en él por ahí, dibujaba, y por la noche escuchaba la radio. Hoy ven vídeos de música y películas de cine en su smartphone, se pasan la noche con videojuegos y el día en chats y aplicaciones de mensajería. ¿Y qué ocurriría si, de repente, todo eso se apagara? ¿Cómo serían capaces de llenar ese hueco, si no han conocido otra cosa ni han sabido divertirse con nada más?
Dicen -muchas veces lo he oído, tú seguro que también- que los niños de hoy son más inteligentes que nosotros y que llevan la tecnología en los genes, que la entienden y la usan intuitivamente, casi sin necesidad de aprenderla. Puede que sea así, y en el mundo de la informática esto les otorga una gran ventaja, pero si su relación con el medio no digital es tan limitada, ¿cómo podrían asimilar, o enfrentarse, a un cambio tan brutal?
Lo más aterrador de esto no es solo que los niños de hoy no sean capaces de enfrentarse a un mundo "a-tecnológico" o "apocaliptico", sino que han sido educados (y cada vez lo son más) con un soporte y muletas de dispositivos externos tan impresionantes y de tal importancia que a veces nos olvidamos que, aunque el "desenchufe" general es casi una utopía (una catástrofe muy grande tendría que darse, sobre todo en el llamado primer mundo) el desenchufe "personal" está a la vuela de la esquina y puede ocurrirles en cualquier instante de sus vidas, en sólo un día para otro. Es tan fácil como que no podamos pagar los recibos de la luz o la conexión a nuestro proveedor de Internet. Tan fácil como tengamos que hacerle frente a racionalizar el uso eléctrico (con las tarifas eléctricas cada vez más caras y las centrales distribuidoras presionando, este no sería un panorama tan descabellado). Tan fácil como que sus padres se queden sin empleo, o incluso ellos mismos (con la presión de sueldos más bajos del exterior y la compleja situación europea, el estar sin empleo va a tocarles, por desgracia, a muchos de esos niños en cuanto terminen sus estudios o intenten incorporarse al mercado laboral). Tan fácil como que los productos y materias primas se encarezcan brutalmente, o los dispositivos al completo, por la simple codicia de multinacionales, y tengan que recurrir a limitados dispositivos de artículos basura hechos en pobres regiones de Asia que les van a durar lo que ya te imaginas.
Por desgracia en España no ocurre como en otros países, donde el Estado asegura a sus ciudadanos un servicio de banda ancha mínimo. Aquí todo depende del dinero que logres acaparar en tus bolsillos. Y el desenchufe puede venirnos, en algún momento de nuestras vidas, tan de repente como una enfermedad o un accidente. ¿Están los niños de hoy, adictos y embebidos en el entretenimiento digital, preparados para enfrentarse a algo así? Y, lo que no es menos importante: ¿para poder hacerle frente en una sociedad en donde todo el mundo, e incluso sus amigos mas cercanos, están "ciberconectados" y quien no lo esté no es más que un cero a la izquierda?
Esperemos que no nos ocurra, pero recapacitemos por si ocurre.
Ofrecerle alternativas al smartphone y a la omnipresente tecnología no solo permitirá que los niños tengan más libertad, autonomía y puedan utilizar otras opciones en caso necesario, sino que también reducirá su peligrosa dependencia de unos dispositivos, como los ordenadores, tablets, consolas y smartphones, que requieren una constante recarga y/o la presencia de una red electrica y conexión casi permanente. Por desgracia muchos de los niños de hoy desconocen que existían calculadoras mecánicas, no saben mantener -mucho menos usar- una cámara no digital, y se vuelven locos si tienen que interpretar un plano o mapa orográfico con una brújula y no disponen de la ayuda de un navegador con GPS. Son superdotados en tecnología multimedia e Internet, pero unos auténticos analfabetos en dispositivos mecánicos, mantenimiento básico artesanal y labores manuales. Como si el mañana sólo necesitase expertos en paneles táctiles y capacitivos. Mañana, más que todo eso, van a necesitar su ingenio y habilidades, y cuanto más flexibles sean para cambiar "su chip" (y nunca mejor dicho) más posibilidades tendrán de salir adelante.
| Redacción: CODE Intermedia | codeintermedia.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario